Finalmente
Te he dejado ir y, con vos, al mundo. Encarno ese acto junto con este, en el que escribo estas palabras. Natural de perder el esfuerzo, me siento liviano. Todo lo que era se esfuma, y todo lo que soy, por fin, se hace mío.
No soy tan distinto a la hoja desprendiéndose del árbol y amacándose en el aire hasta encontrar suelo. No soy tan distinto al agua fresca, deslizándose por las rocas de los ríos para finalmente confluir. No soy tan distinto a los pájaros, uniéndose en bandada para enfrentar las vicisitudes del viento.
No soy tan distinto porque soy.