fermezz rambles

Anónimos

Aunque la entrada era abrumadora yo podía ver las cosas con claridad cristalina. Las niñas, jugando a la pelota con arcos formados por piedras y bultos de ropa; el viejo, alimentando a las palomas en el banco frente al sol; los chicos, andando en patineta en la rampa vertical.

En el fondo y tapados por los árboles, ellos dos. Con distancia, se miraban como si estuviesen a punto de perder la vista. La fineza de sus pupilas contraídas dejaba en evidencia la importancia del asunto: lo último que verían era el uno al otro y nada los hacía más felices.

Rompieron la fricción caminando en dirección opuesta, a paso lento pero continuado, hasta estar frente a frente. Se podían sentir en el aire las cámaras girando en torno a ellos para construir una escena de fantasía.

El atardecer caía dando ambiente de frescura, y un espectáculo de rayos de luz se mezclaba entre las nubes. Abrazados y aturdidos, dejaron que sucediera lo inevitable y se amaron, hasta desvanecerse en el anonimato del amor.